miércoles, febrero 07, 2007

Testigo ocular (El casero que siempre sapea todo)

Ella salió sin hacer ruido del cuarto de baño. El seguía dormido haciendo unos sonidos muy extraños con su respiración. Creo que le llaman ronquido, pero yo pienso que es un síntoma de estar muy lejos de acá. Muy lejos. Ella se puso la ropa interior mientras observaba como el descansaba.
El se movió y cambio de postura, dejo de hacer ese ruido. Un pájaro cantó a lo lejos y ella trató de olvidarlo todo. No pudo. Ya era demasiado tarde. Un auto aparcado la esperaba abajo con el motor encendido, ella cogió sus cosas y se llevó la bebida con “cianuro”, dejó la nota al costado de la pulsera de oro de treinta y dos quilates; “jamás volverás a violar a una niña de seis años”. Escupió en la almohada, encendió un cigarrillo negro, dio diez pasos, abrió la puerta y se marchó.
Yo seguía espiando, como a todos los huéspedes de la fonda.

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